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República Dominicana








Y hoy me apetece compartirte lo que amo de mi República Dominicana, mi tierra. 

República Dominicana verdaderamente lo tiene todo: 

 Tiene una envidiable línea costera que cuenta con un inventario de playas distintas una de otra; además de zonas de arrecifes, que da la oportunidad de disfrutar de paisajes marítimos dramáticos y que deleitan la vista. Un país entre el Mar Caribe y el Océano Atlántico, que reinventa azules y verdes.

 Tiene montañas y lomas; ríos y bosques; cuevas y llanos; todo un circuito de verdes parajes para ser explorados. Pero también, áridos e impactantes escenarios, que te hacen olvidar que estás en una isla caribeña.

 Tiene un clima que impide el aburrimiento; pues “el día más claro llueve”, y te conmina a reinventar planes y agendas; pero que a la vez , refresca el calor tropical; e intensifica los colores y olores en ciudades, playas y montañas. Así mismo, el día más gris, se convierte, en menos de una hora, en uno soleado e idóneo para ir a la playa, y tostarse bajo el sol.

Tiene una gastronomía legendaria; que entremezcla culturas (indígena, española, africana…con pinceladas de otras que ya forman parte de la dominicaneidad). Mezcla que potencia sabores; y abarca el más sofisticado de los gustos. Así, vegetales y frutas; granos y cereales, carnes y mariscos; pescados y especies; se marinan por regiones; provocando que el platillo criollo que te brinden en el sur, nunca tendrá el mismo sabor que  el que puedas saborear en el norte.

 Tiene música, patrimonio de la humanidad dos veces: Merengue y Bachata; ¡pero que es mucho más! República Dominicana es música cotidiana: Entre los buhoneros matutinos, los sonidos propios de la naturaleza, ciudades, pueblos y carreteras; las olas del mar, entrelazadas mágicamente con el canto de un gallo o el fluir de un río. Palos y cantes; oraciones y carcajadas; se diluyen en el ambiente de un país que canta constantemente.


Tiene una población de gente buena; con corazón lleno de un amor que reparte, como brinda el café. El dominicano es alegre por naturaleza, y comparte esa alegría, además de con una amplia sonrisa, con sus tantos gestos y actitudes. El dominicano acoge, brinda, comparte, ayuda, fluye (como solo pueden fluir los isleños); es trabajador y fajador, sale de su casa cada día, a buscarle la vuelta al mundo, una hora a la vez.

 Mi República Dominicana lo tiene todo: ¡Lo primero, mi corazón!

Lissette

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