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Palermo, Sicilia

 En uno de mis dos recorridos maratónicos  en tren por Europa, había conocido Palermo y Catania (con El Volcán Etna incluido). Fue por allá por el 2000, cuando a bordo de un Ferry, desde Napoli, había llegado al puerto de Palermo.

En esta ocasión, 20 años después, retornaba, también a bordo de un Ferry, pero que había partido de Génova, a un puerto, mucho más grande y moderno, de Palermo. 

Aquella vez solo estaría un día en Palermo, en esta vuelta había reservado un pequeño apartamento en el centro histórico, cerca del viejo puerto, por un mes. Había soñado con sumergirme en el ambiente y la cultura siciliana por mucho tiempo, desde el 1992; ya que en mi primera visita a Italia, alguien me había dicho que yo parecía siciliana, incluso me enseñó mi primera frase en italiano: “Io sono siciliana e Mio marido è molto geloso” (soy siciliana, y mi marido es muy celoso); esto lo debía decir si me encontraba en una situación incómoda con un “ragazzo”.


Me encontré un Palermo, en medio de la pandemia, más sucio y descuidado. Los jardines y parques que recordaba, no estaban en sus mejores tiempos, lucían  más bien abandonados. Los edificios históricos se sentían tristes y solitarios, a pesar de que debo reconocer que, con todo y pandemia del COVID 19, el turismo abarrotaba las calles del centro de la capital siciliana.


El lugar que tendría como punto de operaciones, era un antiguo apartamento con balcón. Disfrutaría de asomarme en las mañanas, a la bulliciosa calle, que desembocaba al pequeño antiguo puerto, donde había un concurrido puesto de frutas: ¡¡Al siciliano le gusta mucho la fruta!! 

Veía, desde el pequeño balcón, cómo las señoras sicilianas salían a tender la ropa a sus respectivos balcones, y cómo los señores bajaban a la cafetería de la esquina a tomar el café y fiscalizar a todo el que pasaba por la calle. En las noches, los lugareños desaparecían para dar paso a los turistas, que llenaban las Terrazas de los restaurantes y bares, que, de la nada, aparecían.

Palermo me regalaba algo nuevo cada día que salía a caminar por sus calles. Un mes, no sería suficiente para conocerlo a profundidad, eso lo supe el primer día; pero, sentirme “una local” en esos días en los que estuve, serán sensaciones  y unos recuerdos que voy a atesorar en mi corazón. La musicalidad del siciliano (que es un italiano muy particular), permanecerá grabado en mi memoria.


Desde Palermo, le daría la vuelta a la isla en tren, literalmente; aprovecharía mi Eurail a la máxima potencia, todos los días sería una nueva aventura siciliana. En Palermo, visitaría los clásicos (el Teatro Massimo, la catacumbas, los mercados, las principales avenidas...) y conocería un estilo de vida tradicional y sencillo. Hoy, solo te cuento un poco, de mi mes siciliano, de mi experiencia Palermo...

Lissette

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