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Mostrando entradas de enero, 2021

Palermo, Sicilia

 En uno de mis dos recorridos maratónicos  en tren por Europa, había conocido Palermo y Catania (con El Volcán Etna incluido). Fue por allá por el 2000, cuando a bordo de un Ferry, desde Napoli, había llegado al puerto de Palermo. En esta ocasión, 20 años después, retornaba, también a bordo de un Ferry, pero que había partido de Génova, a un puerto, mucho más grande y moderno, de Palermo.  Aquella vez solo estaría un día en Palermo, en esta vuelta había reservado un pequeño apartamento en el centro histórico, cerca del viejo puerto, por un mes. Había soñado con sumergirme en el ambiente y la cultura siciliana por mucho tiempo, desde el 1992; ya que en mi primera visita a Italia, alguien me había dicho que yo parecía siciliana, incluso me enseñó mi primera frase en italiano: “Io sono siciliana e Mio marido è molto geloso” (soy siciliana, y mi marido es muy celoso); esto lo debía decir si me encontraba en una situación incómoda con un “ragazzo”. Me encontré un Palermo, en medio de la pan

Cincuenta

  Y llegué a los cincuenta, después abundantes aventuras, cientos de momentos de literal locura, cantidad de alegrías, un mar de lagrimas, suficientes recuerdos para mis años de mecedora, y mil y una historias que contar. En mis primeros diez años, disfruté del jugar al aire libre, de encaramarme en incontables árboles, bañarme en ríos y playas, enterrarme en la arena, elaborar bizcochos de lodo adornados con piedras de colores, hacer collares de flores, perseguir mariposas  y correr con pies descalzos en la grama. Hasta llegar a los veinte, me enamoré decenas de veces, viví intensamente los veranos, descubrí y asumí el romanticismo, me uní a las filas de los rebeldes sin causa, atesoré en mi corazón hermanas de la vida y me suscribí al club de los eternos aventureros. De los veinte a los treinta un hoyo negro absorbió parte de mi corazón cuando partió mi madre; me hice profesional, recluté como mejor amiga a soledad, confeccioné mi uniforme de viajera empedernida, descubrí las sombras