Temprano salíamos camino de Maní Blanco. Pasábamos por Higüeral, con sus nítidas casitas, construidas por el Central Romana. Poco después venía Guaymate, y unos kilómetros más allá, en una pronunciada curva en la carretera, nos adentrábamos entre los cañaverales. Llegábamos, entre caminos de tierra (algunas veces muy enlodados), cruzando un viejo badén de concreto sobre el río Chavon , al corral donde ya estaban ordeñando las vacas con la estampa de las iniciales de mi abuelo, EHC (Emérito Herrera Cedeño). Recuerdo el olor a estiércol de ganado, recuerdo los “muuuus” y “beeees” que hacían los animales aglomerados en el corral; recuerdo el olor a leche recién salida de las ubres de las vacas; recuerdo la casita de madera del encargado de la finca, al otro lado del camino, frente al corral. Recuerdo el olor a leña quemada que venía del fogón detrás de la casita; recuerdo el fresquito que siempre había en esa particular loma de Maní Blanco, ¡la ñoñería de mi abuelo Mero! (Ahí le cel...
Creo que el ejercicio de SINTONIZAR una emisora (quizá alguien más joven no entenderá lo que significa) es la perfecta descripción de lo que vengo haciendo en mi vida en los últimos años y que recomiendo enormemente… Estoy tratando de escuchar y reconocer atentamente los ruidos, las sintonías, las interferencias, las voces y los matices que me resuenan y hacen sentido: quiero lograr sintonizar “mi emisora” de vida, la que se convertirá en la número uno de mis favoritas en el dial de la radio, en este andar por el mundo. Otro símil sería “mover la antena” hasta lograr una imagen nítida del canal en el que quiero quedarme viendo la programación (otra que los jóvenes no entenderían). Estos ejercicios de paciencia, de movimientos lentos y cuidados, para lograr el objetivo de “sintonizar” se han convertido en mi meta: quiero llegar a escuchar y ver con nitidez lo que esta llamado a ser mi bienestar. Aprender a desechar aquello que me hace ruido, lo que entorpece mi visión y concentrac...